domingo, 29 de marzo de 2020

UN LIBRU EN SUS MANOS

¿Quién nos iba a decir en febrero cuando celebrábamos El Antroxu con la visita de La Patarrona, que en marzo, la visita de “un bicho” el COVID-19, cortaría de repente nuestras vidas, rutinas y el curso escolar? Primero impidió las tan esperadas excursiones al cine y a Madrid, y después interrumpió las clases, los juegos y las risas con los amig@s en los recreos, dejando las clases vacías.
Pero, aunque no estemos físicamente en el colegio, podemos decir que de alguna manera “tamos equí más unidos que nunca”. Gracias al trabajo en equipo, de nuestros profesores y profesoras, hay rutinas de trabajo, tareas, retos diarios de Instagram, etc, que les motivan a repasar lo aprendido; y, sobre todo, les ayudan a combatir el aburrimiento y a seguir en contacto con el colegio y sus compañer@s. También padres y madres comparten iniciativas culturales y opciones de entretenimiento a través de los grupos de WhatsApp.
La brecha digital es también una realidad que se ha acentuado con la llegada del coronavirus entre las personas que vivimos en los pueblos y las que viven en las ciudades. El teletrabajo, la educación a distancia, la descarga de vídeos o la videoconferencia se han convertido en los últimos días en una opción ineludible ante la reclusión preventiva, que podría prolongarse todavía semanas. Nuestro concejo necesita fibra óptica y una mejora de las conexiones. Los hogares que no dispongan de conexión a internet serán los más castigados por esta pandemia, cuando la situación socioeconómica de tu familia es delicada, no tienes ordenador ni fibra óptica en tu hogar y tu conexión se limita a la tarifa de datos de tu smartphone, pasar dos semanas sin clase deja de ser algo anecdótico y la brecha se agranda.
Por otro lado, principalmente en los países en desarrollo, pero también en España y en nuestro propio entorno sin ir más lejos, la interrupción de las clases tiene otras consecuencias más graves, más allá del aprendizaje. Cuando se interrumpe la educación, niños y niñas que dependen de programas escolares para obtener servicios básicos, como la alimentación, durante el tiempo que no vayan al colegio, no podrán recibir esos servicios tan necesarios para su desarrollo. La infancia se vuelve más vulnerable y son necesarias medidas que garanticen el derecho básico a la alimentación.
            Esta enfermedad también ha puesto de manifiesto el espejismo de la conciliación. Vivimos en un sistema productivo sobre una base de trabajos de cuidados que están invisibilizados. Si trabajo y cuidados ya eran dos tareas en conflicto, ahora además son en muchos casos simultáneas. Trabajar en casa (una recomendación que no es posible en muchas ocupaciones) teniendo que compatibilizar tiempo, esfuerzo y energía cuidando de una o varias criaturas, ayudándoles en las tareas escolares, etc. es para muchos en estos días una tarea hercúlea, quimérica en el caso de las familias monoparentales.
Pero esta batalla que nos ha tocado librar, en la que luchamos quedándonos en casa, es también una oportunidad. Una oportunidad por ejemplo para que nuestros niñ@s se acerquen a la lectura. Esa que cuando forma parte de su día a día, tiene un sinfín de beneficios. Se convierte en la mejor arma para combatir el aburrimiento, evadirse, aprender a pensar, conocer nuevas culturas y experiencias, aprender nuevo vocabulario, ejercitar el cerebro, fomentar la curiosidad…Y lo más importante, tener un compañero fiel para toda la vida. Un compañero en el que encontrar respuestas o consuelo en los momentos difíciles como este que vivimos. 
Por todo ello, en estos días de incertidumbre, quiero compartir mi reto con vosotros: Poner, para siempre, un libro en sus manos. Como nos decía Gonzalo Moure, mano con mano, ¿os apuntáis?
Inés Argüelles Díaz